domingo, 28 de mayo de 2017

Historias para compartir: "Las semillas"

Para mi hermano, con amor, que cumple años en estos días...

Las semillas

Dos días antes de la inundación, Juan había terminado de sembrar la finca con semillas de flores.

Tenía la esperanza de recomenzar su vida laboral, luego de haber sido despedido de la empresa donde tantos años había reparado motores y, que ahora, había quebrado.

La agricultura no era su fuerte pero siempre había sido su anhelo. Por eso, aprovechando el dinero de la indemnización, había invertido en semillas.

Mientras plantaba, sonreía,  pensando que siempre había sido un hombre que se movía en un mundo de automóviles, camiones, tractores y su vida había girado en 180 grados
al elegir esta nueva forma de ganarse el sustento diario.

Su idea era esperar la floración, trasladar los pequeños plantines y venderlos a los proveedores de plazas, parques y jardines.


Cuando finalizó, los terrenos se veían suaves, sin malezas, como si una sábana de tierra se hubiera desplegado alrededor de su casita, que resaltaba en el centro, por su blancura.

La lluvia comenzó. 
Al principio era una bendición. 
Las gotas besaban la tierra, despertando la vida oculta.
Después de horas, días, la gente comenzó a alarmarse. 
Hacían predicciones, buscaban los pronósticos más favorables. 
Todos temían por sus pequeñas plantaciones.

Juan observaba preocupado. Su tierra, poco a poco, iba convirtiéndose en una pileta de lodo, con el agua turbia y movediza que succionaba todo lo que se posara sobre ella.

Sesenta días duró ese tiempo gris, de nubes tormentosas.
Sesenta días, tardó el sol en posarse sobre los rostros de los hombres que veían  sus plantas pudriéndose,  los animales pariendo y muriendo enfermos en el agua, las reservas contaminadas, agotadas, los caminos deshechos por el paso y el peso de los camiones que intentaban rescatar algo…

Los sembradíos de Juan se perdieron y una profunda depresión comenzó a germinar en su interior. Sus ramas, formadas por pensamientos negros, su raíz, de profunda tristeza y desesperación, se extendía por cada uno de sus miembros, por su ser, por su hacer, por su cotidianeidad.

Nada parecía tener sentido en su vida.

Nada parecía darle sentido a su vida.

Juan decidió vender todo: tierra, casa, herramientas.

Fue entonces, el preciso momento en que descubrió un costal semivacío con semillas, que había quedado perdido entre unos trapos viejos.
Lo abrió y sintió la forma, la textura, la levedad del peso de los pequeños puntos negros que se deslizaban como arena entre sus dedos.
Juan, con bronca e impotencia, tomó la bolsa y la arrojó por la ventana, desparramando su contenido al hacerlo. 
El viento lo dispersó.

Pasaron unos días.
Cientos de plantitas comenzaron a crecer desordenadamente.  
El agua, que impregnaba
la tierra, las ayudaba a despertar . 
El sol las alimentaba. 
Juan, en cambio, las ignoraba completamente.
 Su frustración se había tornado en furia ciega. 
Ya no tenía sueños, ya no quería nada, solo vender y marcharse de allí, lo más pronto posible aunque nadie había ido a ver su propiedad con intención de comprar.

Siguió pasando el tiempo y un día apareció la primera flor, luego otra y otra.
La mañana que Juan abrió su puerta y se encontró con una alfombra de colores que se desplegaba ante su casa, quedó mudo de asombro. 
Las palabras sombrías que taladraban su mente hasta ese momento, sus mayores enemigas, se detuvieron. 
El silencio interno y el externo se hicieron uno y el hombre cayó de rodillas, buscando la fragancia, el perfume sutil del milagro.

Con los ojos llenos de lágrimas –ahora de alegría, de emoción-, acarició una planta pequeñita, que aún no había florecido.

“Pensamientos” –susurró- “esto es aquella bolsa de pensamientos que tiré por la ventana…”.

Ese fue el momento en que volvió a sonreír.


Clara Silvina Alazraki


El cuento en audio:



Música de fondo del audio:
Huella del boyerito 

Fuente de imágenes:
Tierra arada
Campo inundado
Mata de flores
Pensamientos


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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por leer el relato en voz alta. El ambiente es muy distinto cuando los sesgos de uno al leer no están presentes gracias a tu voz.

un abrazo

Clarasil dijo...

Gracias a vos por leerlo... o mejor dicho, escucharlo.
Justo estaba mirando tu blog.
:D
Saludos desde Argentina